AQUI ENCONTRAREMOS ALGUNAS RECOMENDACIONES PARA TENER EN CUENTA QUERIDOS PADRES DE FAMILIA PARA QUE LAS PUEDAN APLICAR CON SUS HIJOS NUESTROS ESTUDIATES, USTEDES SON IMPORTANTES PARA LA FORMACION DE SUS HIJOS.
ELLOS DEPENDEN DE USTEDES.
En esta página vamos a abordar sin duda uno de los temas que más preocupa a los padres y que genera muchas consultas en nuestros gabinetes de psicología.
Expresiones como “no tiene interés”, “le da todo igual”, “es una batalla diaria comenzar a hacer los deberes con él”, “se distrae constantemente”, “se olvida de apuntar los deberes”, etc, son quejas habituales de los padres interesados en conocer qué tienen que hacer para mejorar esta situación.
Probablemente no haya una respuesta única sino que tendremos tantas soluciones como niños haya, ya que cada uno de ellos presentará sus propias peculiaridades y circunstancias. Aún así, vamos a intentar aportar algunas pistas generales que nos sirvan de guía para nuestro cometido.
Expresiones como “no tiene interés”, “le da todo igual”, “es una batalla diaria comenzar a hacer los deberes con él”, “se distrae constantemente”, “se olvida de apuntar los deberes”, etc, son quejas habituales de los padres interesados en conocer qué tienen que hacer para mejorar esta situación.
Probablemente no haya una respuesta única sino que tendremos tantas soluciones como niños haya, ya que cada uno de ellos presentará sus propias peculiaridades y circunstancias. Aún así, vamos a intentar aportar algunas pistas generales que nos sirvan de guía para nuestro cometido.
2- Aproximación al problema
Afirman que en cierta ocasión el genio de Albert Einstein desmintió que sus descubrimientos fueran fruto de su brillante inteligencia. De hecho, él mismo presentó diferentes problemas de aprendizaje durante su etapa escolar que lo relegaron a un plano muy discreto. Einstein aseguraba que todo el mérito no era tanto de su inteligencia sino de su perseverancia. En otras palabras tenía una gran motivación para triunfar en aquello que se propuso.
Cuando un niño se enfrenta al reto de ir a la escuela, asumir unos aprendizajes, hacer unos exámenes y aprobar, sus resultados van a venir determinados por dos grandes factores:
1- Su capacidad intelectual. Es decir, su potencial de aprendizaje.
2- Su motivación para el estudio.
Es fácil adivinar que un niño con un buen potencial de aprendizaje y una baja motivación tendrá malos resultados, haciéndose esto más evidente a medida que el niño se hace mayor ya que dependerá de más trabajo y horas de estudio. No obstante un niño con un potencial de aprendizaje normal o ligeramente bajo, pero con una alta motivación probablemente sacará adelante los cursos.
Por poner otro ejemplo, los niños calificados como “superdotados” que se caracterizan, entre otras cosas, por un elevado potencial de aprendizaje, pueden tener fracaso escolar e incluso no llegar a cursar carrera. Una de las causas es que su nivel de motivación se dirige hacia otros intereses fuera de la escuela.Podríamos pues concluir que la motivación para el estudio es el factor de mayor peso para predecir el rendimiento escolar de un determinado niño/a, si bien, es de esperar que un buen cociente intelectual (CI) facilite el aprendizaje y por ende la motivación del niño para estudiar, pero no siempre será así.
Cuando un niño se enfrenta al reto de ir a la escuela, asumir unos aprendizajes, hacer unos exámenes y aprobar, sus resultados van a venir determinados por dos grandes factores:
1- Su capacidad intelectual. Es decir, su potencial de aprendizaje.
2- Su motivación para el estudio.
Es fácil adivinar que un niño con un buen potencial de aprendizaje y una baja motivación tendrá malos resultados, haciéndose esto más evidente a medida que el niño se hace mayor ya que dependerá de más trabajo y horas de estudio. No obstante un niño con un potencial de aprendizaje normal o ligeramente bajo, pero con una alta motivación probablemente sacará adelante los cursos.
Por poner otro ejemplo, los niños calificados como “superdotados” que se caracterizan, entre otras cosas, por un elevado potencial de aprendizaje, pueden tener fracaso escolar e incluso no llegar a cursar carrera. Una de las causas es que su nivel de motivación se dirige hacia otros intereses fuera de la escuela.Podríamos pues concluir que la motivación para el estudio es el factor de mayor peso para predecir el rendimiento escolar de un determinado niño/a, si bien, es de esperar que un buen cociente intelectual (CI) facilite el aprendizaje y por ende la motivación del niño para estudiar, pero no siempre será así.
3- Por donde empezar: Algunas reflexiones previas
1- Conocer las características del niñoHemos comentado que una buena capacidad intelectual sin motivación puede llevar al fracaso escolar, pero también, un niño que tiene capacidades limitadas o un trastorno específico del aprendizaje puede hacerle perder la motivación por el estudio. Por tanto si hay sospecha de cualquier dificultad en el aprendizaje, paralelamente a motivarle en sus deberes, deberíamos efectuar una evaluación para detectar estas posibles dificultades ya que si nos quedamos sólo en motivarle y no somos capaces de darle los recursos y medios que necesita para tal aprendizaje, probablemente no avanzaremos.
Más adelante desarrollaremos el apartado de estilos de aprendizaje donde damos más detalles.
2- Pregúntese cuando el niño dejó de motivarse por los estudios¿El niño siempre ha presentado una desmotivación hacia el colegio y el estudio o ha sido una cosa repentina? La respuesta a esta pregunta es importante dado que podemos valorar si estamos delante de una actitud que se ha ido construyendo, es decir, hay niños que siempre les ha costado avanzar y, por tanto, pueden haber desarrollado un cierto desinterés por algo que les cuesta más que a sus compañeros y esto les produce baja motivación.
Es muy diferente cuando la desmotivación ocurre en un momento determinado del ciclo evolutivo del niño. El niño que baja repentinamente en sus calificaciones escolares en un momento dado puede señalarnos la intrusión de factores externos. Estos pueden ser de tipo familiar (problemas económicos, rupturas matrimoniales, etc.) pero también intraescolares. A veces nos encontramos con niños que son victimas fáciles de otros compañeros o incluso algunos que deciden bajar de notas para ser mejor aceptados en el grupo. Si no somos capaces de detectar estos problemas difícilmente podremos ayudar a motivarlo.
3- ¿Somos como padres unos modelos coherentes con lo que pedimos?Más adelante hablaremos de rutinas, trabajo, esfuerzo, etc, pero ¿somos coherentes con lo que les pedimos a nuestros hijos? ¿Estamos en condiciones de motivar a nuestros hijos?
Aquí va una primera regla de oro:
Más adelante desarrollaremos el apartado de estilos de aprendizaje donde damos más detalles.
2- Pregúntese cuando el niño dejó de motivarse por los estudios¿El niño siempre ha presentado una desmotivación hacia el colegio y el estudio o ha sido una cosa repentina? La respuesta a esta pregunta es importante dado que podemos valorar si estamos delante de una actitud que se ha ido construyendo, es decir, hay niños que siempre les ha costado avanzar y, por tanto, pueden haber desarrollado un cierto desinterés por algo que les cuesta más que a sus compañeros y esto les produce baja motivación.
Es muy diferente cuando la desmotivación ocurre en un momento determinado del ciclo evolutivo del niño. El niño que baja repentinamente en sus calificaciones escolares en un momento dado puede señalarnos la intrusión de factores externos. Estos pueden ser de tipo familiar (problemas económicos, rupturas matrimoniales, etc.) pero también intraescolares. A veces nos encontramos con niños que son victimas fáciles de otros compañeros o incluso algunos que deciden bajar de notas para ser mejor aceptados en el grupo. Si no somos capaces de detectar estos problemas difícilmente podremos ayudar a motivarlo.
3- ¿Somos como padres unos modelos coherentes con lo que pedimos?Más adelante hablaremos de rutinas, trabajo, esfuerzo, etc, pero ¿somos coherentes con lo que les pedimos a nuestros hijos? ¿Estamos en condiciones de motivar a nuestros hijos?
Aquí va una primera regla de oro:
Los niños siempre aprenden más por lo que ven en sus modelos de referencia (normalmente padres) que por las instrucciones verbales que reciben de los mismos.
Esto quiere decir que si quiero motivar a mi hijo, yo debo ser el primero en dar ejemplo. Cómo puedo pedirle que lea un libro, que haga sus deberes, que se esfuerce, si nunca me ha visto coger un libro y disfrutar de su lectura y además se lo recuerdo tumbado en el sofá bebiendo una cerveza. Aunque el padre pueda alegar en su defensa que él ya ha trabajado y ahora se merece un descanso, de poco servirá si queremos motivar a nuestro hijo hacia el esfuerzo. No se trata de adoptar ningún rol especial sino de pedírselo con sinceridad, sentándome con él, diciéndole lo feliz que se siente de poder ayudarlo y lo importante que significa para nosotros verle hacer los deberes o estudiar.
Dedicar estos tiempos diarios a los niños es fomentar en ellos la motivación. No se trata de hacer teatro, cosa que molestaría más al niño, sino enviarle el mensaje de que estamos con él en su esfuerzo.
Si como adultos no hemos sabido transmitir ilusión, pautas, objetivos, constancia y también por que no, recompensas, no estaremos en las mejores condiciones para motivar a nuestros hijos.
Dedicar estos tiempos diarios a los niños es fomentar en ellos la motivación. No se trata de hacer teatro, cosa que molestaría más al niño, sino enviarle el mensaje de que estamos con él en su esfuerzo.
Si como adultos no hemos sabido transmitir ilusión, pautas, objetivos, constancia y también por que no, recompensas, no estaremos en las mejores condiciones para motivar a nuestros hijos.
Muchas veces recuerdo a los padres que los cambios importantes que queremos implementar en nuestros hijos se harán realidad en tanto seamos capaces de aplicarlos también a nosotros mismos.
4- Condiciones para el estudio Es también importante para motivar a los niños en el estudio que dispongan de un espacio suficiente con su propio material en una zona silenciosa y fuera de elementos distractores (ruidos, ventanas a la calle, etc). Factores como una adecuada iluminación y temperatura resultan muy importantes para su adecuado rendimiento. En la medida de lo posible podemos dejar al niño que personalice su rincón de estudio según sus preferencias (colgar algún cartel, dibujo, etc.) esto le hará sentir en un lugar más próximo y personal.
La motivación respecto a cualquier actividad, si bien puede surgir de forma inesperada e intensa, no es algo que podamos crear de forma mágica cuando la queremos canalizar hacia algo concreto sino que hay que construirla paso a paso.
4- Orientaciones para construir la motivación
Vamos ahora a intentar dar algunas orientaciones generales para mejorar la motivación hacia el estudio de nuestros hijos. Para motivar al niño es imprescindible que el niño perciba que puede conseguirlo y además tiene un plan en el que le vamos ayudar.
Para desarrollar el tema lo estructuraremos en los 2 puntos básicos:
1- Marcar los objetivos a conseguir
2- Desarrollar y aplicar nuestro plan para conseguirlos
1- Marcar objetivos a conseguir-Primero deberemos establecer con el niño los objetivos a conseguir. Estos deben ajustarse a la realidad de la situación y las posibilidades del niño y sus circunstancias.
Es decir, podemos establecer que el objetivo es aprobar todas las asignaturas del primer trimestre o que si llevamos 4 asignaturas pendientes vamos a centrarnos en 3 de ellas para salvar el curso.
-Aconsejamos (especialmente en niños pequeños) establecer objetivos a corto plazo (mejor centrarse en el trimestre que en las notas finales del curso).
-Este proceso debe efectuarse con la participación activa del niño, preguntándole o dejándole opinar al respecto para que se sienta partícipe del proyecto y no un mero receptor de órdenes. Evidentemente cuanto más pequeño es el niño o peor es la situación (muchos suspensos, larga historia de fracaso escolar o desinterés, absentismo, etc.) los padres deberán asumir más el papel de toma de decisiones. Aún así recomendamos implicar al niño de una forma u otra.
-Para motivar a los adolescentes deberíamos dejar que pudieran decidir algunos aspectos, aunque esto dependerá, entre otras cosas, de su propia historia educativa y su estado general. Lo ideal es proponerles que nos presenten su propio plan para empezar a estudiar y sacar adelante el curso. A partir de este esbozo los padres pueden supervisarlo, ajustarlo según su propia experiencia y finalmente pactar su puesta en marcha y efectuar una supervisión.
-La motivación del joven aumentará a medida que percibe cierta autonomía y que él mismo es capaz de generar el cambio no tanto por imposición de los padres sino por convicción. Una vez las notas favorables llegan y recibe el reconocimiento de compañeros, padres y maestros, esta motivación se afianzará.
2- Desarrollar y aplicar nuestro plan para conseguirlos
Una vez fijado el objetivo vamos a ver como lo hacemos para conseguirlo. Aquí pueden entrar todas las estrategias y recursos que necesitemos para el niño pero es necesario ir concretando cosas.
Hay que marcar primero un objetivo final (aprobar todas las asignaturas del trimestre o curso –según edad-) y objetivos parciales (por ejemplo, estudiar cada semana una lección de Historia, etc.). Debemos estructurar y concretar paso a paso. Es decir, antes de conseguir aprobar el curso, el niño debe ser capaz de estudiar un determinado tiempo durante unos días para aprender la lección antes del examen.
En el caso de los niños que inician el curso debemos echar un vistazo a todo el temario, asignaturas, contenidos, etc., así como las fechas de los exámenes. Normalmente ya conocemos a nuestro hijo, sus puntos fuertes y débiles. Concretemos pues como vamos a organizar los tiempos de estudio, el lugar y como vamos a efectuar la supervisión.
-Primero determinar los horarios que el niño va a dedicar al estudio. Es importante que sea realista para empezar. Es decir, es mejor empezar con un tiempo de estudio que el niño pueda asumir que empezar a marcar tiempos demasiado largos o exigentes, especialmente si no hemos conseguido antes establecer unos hábitos mínimos de estudio. Si vemos que el niño necesita más tiempo para cumplir los objetivos intentemos hacerlo progresivamente.
-Después, según necesidades, debemos plantearnos cual de los padres, familiar u otro le dará apoyo o supervisión y cómo va a hacerlo. Los niños pequeños serán más dependientes mientras que para los mayores, salvo dudas concretas, es preferible una cierta autonomía y centrar nuestro papel en preguntar lo estudiado o supervisar la realización de los deberes.
Estar muy encima de los niños cuando estudian puede desarrollar cierta dependencia y malos hábitos que hay que evitar.
Para desarrollar el tema lo estructuraremos en los 2 puntos básicos:
1- Marcar los objetivos a conseguir
2- Desarrollar y aplicar nuestro plan para conseguirlos
1- Marcar objetivos a conseguir-Primero deberemos establecer con el niño los objetivos a conseguir. Estos deben ajustarse a la realidad de la situación y las posibilidades del niño y sus circunstancias.
Es decir, podemos establecer que el objetivo es aprobar todas las asignaturas del primer trimestre o que si llevamos 4 asignaturas pendientes vamos a centrarnos en 3 de ellas para salvar el curso.
-Aconsejamos (especialmente en niños pequeños) establecer objetivos a corto plazo (mejor centrarse en el trimestre que en las notas finales del curso).
-Este proceso debe efectuarse con la participación activa del niño, preguntándole o dejándole opinar al respecto para que se sienta partícipe del proyecto y no un mero receptor de órdenes. Evidentemente cuanto más pequeño es el niño o peor es la situación (muchos suspensos, larga historia de fracaso escolar o desinterés, absentismo, etc.) los padres deberán asumir más el papel de toma de decisiones. Aún así recomendamos implicar al niño de una forma u otra.
-Para motivar a los adolescentes deberíamos dejar que pudieran decidir algunos aspectos, aunque esto dependerá, entre otras cosas, de su propia historia educativa y su estado general. Lo ideal es proponerles que nos presenten su propio plan para empezar a estudiar y sacar adelante el curso. A partir de este esbozo los padres pueden supervisarlo, ajustarlo según su propia experiencia y finalmente pactar su puesta en marcha y efectuar una supervisión.
-La motivación del joven aumentará a medida que percibe cierta autonomía y que él mismo es capaz de generar el cambio no tanto por imposición de los padres sino por convicción. Una vez las notas favorables llegan y recibe el reconocimiento de compañeros, padres y maestros, esta motivación se afianzará.
2- Desarrollar y aplicar nuestro plan para conseguirlos
Una vez fijado el objetivo vamos a ver como lo hacemos para conseguirlo. Aquí pueden entrar todas las estrategias y recursos que necesitemos para el niño pero es necesario ir concretando cosas.
Hay que marcar primero un objetivo final (aprobar todas las asignaturas del trimestre o curso –según edad-) y objetivos parciales (por ejemplo, estudiar cada semana una lección de Historia, etc.). Debemos estructurar y concretar paso a paso. Es decir, antes de conseguir aprobar el curso, el niño debe ser capaz de estudiar un determinado tiempo durante unos días para aprender la lección antes del examen.
En el caso de los niños que inician el curso debemos echar un vistazo a todo el temario, asignaturas, contenidos, etc., así como las fechas de los exámenes. Normalmente ya conocemos a nuestro hijo, sus puntos fuertes y débiles. Concretemos pues como vamos a organizar los tiempos de estudio, el lugar y como vamos a efectuar la supervisión.
-Primero determinar los horarios que el niño va a dedicar al estudio. Es importante que sea realista para empezar. Es decir, es mejor empezar con un tiempo de estudio que el niño pueda asumir que empezar a marcar tiempos demasiado largos o exigentes, especialmente si no hemos conseguido antes establecer unos hábitos mínimos de estudio. Si vemos que el niño necesita más tiempo para cumplir los objetivos intentemos hacerlo progresivamente.
-Después, según necesidades, debemos plantearnos cual de los padres, familiar u otro le dará apoyo o supervisión y cómo va a hacerlo. Los niños pequeños serán más dependientes mientras que para los mayores, salvo dudas concretas, es preferible una cierta autonomía y centrar nuestro papel en preguntar lo estudiado o supervisar la realización de los deberes.
Estar muy encima de los niños cuando estudian puede desarrollar cierta dependencia y malos hábitos que hay que evitar.
Algunas estrategias que nos ayudarán en el plan:
- Una vez acordados los objetivos, tiempos de estudio, lugar, supervisón, posibles recompensas, etc., escríbanlo en un papel a modo de compromiso por las partes. Tenerlo por escrito evita discusiones posteriores sobre lo que se ha pactado o no y es una forma de formalizar el compromiso.
- Al empezar el curso o poner en marcha un plan de estudio, puede ayudarnos el cambiar un poco la habitación o lugar donde estudia el niño. Podemos incorporar una nueva luz, cambiar cosas (pintura, muebles, cuadros, etc). El niño puede colocar algún elemento de interés para él (póster, libros, juego…). Esto creará en él una cierta percepción de cambio y una motivación extra.
- Cuando concrete los tiempos de estudio, tengan en cuenta las características personales del niño. Por ejemplo, si determinamos que debe dedicar cada día 1 hora a estudiar, en los niños hiperactivos y/o con déficit de atención necesitaremos efectuar varios descansos durante ese intervalo, sino lo más probable es que no aprovechen el tiempo. Por tanto, sería más aconsejable que la hora se distribuyera en 3 períodos de 20 minutos o menos entre los cuales podemos introducir alguna otra actividad.
- Un recurso que suele funcionar muy bien es que el niño, una vez hemos trazado nuestro plan y lo vamos a poner en marcha, se comprometa delante alguna figura relevante de su entorno (padrino, tío, abuelo u otro) a llevarlo a cabo. Esta persona puede ir preguntándole regularmente (hay que acordar unas fechas concretas) para aumentar su motivación e incluso establecer algún tipo de premio o recompensa (por ser capaz de cumplir primero y un premio final si consigue el objetivo).
- Los padres deben estar tranquilos y ser pacientes, evitar mensajes derrotistas o de desaliento cuando las cosas van mal y el hijo está cansado o no quiere. En estos casos podemos buscar una actividad que le guste al niño (jugar a cualquier cosa, dar un paseo, etc.) para cuando acabe los deberes.
- Antes de recriminarle o reclamarle el cumplimiento de sus deberes, hacerle ver los aspectos en los que ha avanzado positivamente, esto le dará seguridad y verá que todavía confiamos en él.
- Si el niño ya presenta cierto retraso en los aprendizajes busque ayuda profesional, establezca los apoyos necesarios (refuerzo, maestro particular, etc.). No obstante, no debemos caer en el error de sobredimensionar las horas de estudio para compensar estas dificultades. Ello puede tener un efecto nefasto sobre la motivación que queremos impulsar. Ir paso a paso es fundamental. Debemos ser constantes y perseverantes pero nunca perder la calma.
- Recuerde que si como padres queremos motivar a nuestros hijos, nosotros mismos deberemos ser capaces de ofrecer un modelo claro y coherente con nuestras peticiones. Si a menudo nos quejamos del trabajo, nos damos fácilmente por vencidos, preferimos callar que luchar o no somos capaces de transmitir ilusión en general, lo tendremos difícil.
5- Tener expectativas razonables
Hemos comentado ya la importancia de conocer las características de nuestro hijo y antes de plantearle metas específicas respecto a los estudios deberemos ser conscientes de su verdadero potencial. Si queremos motivarle adecuadamente deberemos pedirle que consiga aquello para lo que realmente está capacitado si le dedica tiempo y está suficientemente motivado. No debemos nunca exigirle por encima de sus posibilidades.
Si este punto no lo tiene claro consulte con un profesional y averigüe si su hijo presenta algún problema específico de aprendizaje.
Frecuentemente nos encontramos con una alta exigencia al hijo y con un marcado fracaso a causa de un problema no identificado (dislexia, disgrafía, lateralidad cruzada, etc.). No podemos quedarnos sólo en pedirle motivación si no somos capaces paralelamente de darle información sobre su problema al tiempo que generamos estrategias nuevas para combatirlo.
La motivación, pues, debe basarse en expectativas realistas.
Estas expectativas hacen también referencia a lo que usted transmite a su hijo. Normalmente si tenemos unas expectativas positivas pero realistas y somos capaces de transmitírselas al niño, sus posibilidades de éxito aumentarán. Transmítale inseguridad o bajas expectativas y el fracaso está garantizado.
No lo engañe nunca. Las expectativas que la transmita tienen que estar a la altura de lo que realmente el niño puede conseguir, nunca por encima de ellas ya que podría producir frustración y baja autoestima.
Si este punto no lo tiene claro consulte con un profesional y averigüe si su hijo presenta algún problema específico de aprendizaje.
Frecuentemente nos encontramos con una alta exigencia al hijo y con un marcado fracaso a causa de un problema no identificado (dislexia, disgrafía, lateralidad cruzada, etc.). No podemos quedarnos sólo en pedirle motivación si no somos capaces paralelamente de darle información sobre su problema al tiempo que generamos estrategias nuevas para combatirlo.
La motivación, pues, debe basarse en expectativas realistas.
Estas expectativas hacen también referencia a lo que usted transmite a su hijo. Normalmente si tenemos unas expectativas positivas pero realistas y somos capaces de transmitírselas al niño, sus posibilidades de éxito aumentarán. Transmítale inseguridad o bajas expectativas y el fracaso está garantizado.
No lo engañe nunca. Las expectativas que la transmita tienen que estar a la altura de lo que realmente el niño puede conseguir, nunca por encima de ellas ya que podría producir frustración y baja autoestima.
6- Los estilos de aprendizaje
Si queremos motivar el estudio de nuestros hijos debemos conocer cual es su estilo de aprendizaje. Es decir, cada niño presenta sus puntos fuertes y débiles y su motivación hacia el aprendizaje aumentará si puede aplicar aquel estilo que sea para él más natural, más fácil o tenga más sentido según su forma de pensar y hacer. No obstante, algunas veces, deberemos modificar su forma de aprender si en determinadas circunstancias, el niño no avanza.
Antes hemos comentado lo importante que resulta ajustar los tiempos a las características de los niños (niños hiperactivos, más descansos o cambio de actividades).
Veamos ahora algunos de los estilos de aprendizaje de nuestros niños y como puede ayudarnos este conocimiento en la motivación para el estudio. En general podríamos establecer 3 grandes grupos, si bien, cada niño puede presentar en un grado u otro cada uno de ellos, normalmente hay uno que es el predominante, identificarlo puede ayudarnos mucho:
Antes hemos comentado lo importante que resulta ajustar los tiempos a las características de los niños (niños hiperactivos, más descansos o cambio de actividades).
Veamos ahora algunos de los estilos de aprendizaje de nuestros niños y como puede ayudarnos este conocimiento en la motivación para el estudio. En general podríamos establecer 3 grandes grupos, si bien, cada niño puede presentar en un grado u otro cada uno de ellos, normalmente hay uno que es el predominante, identificarlo puede ayudarnos mucho:
1- Los estudiantes que aprenden mejor escuchando. Suelen ser niños que les gusta hablar y tienen facilidad para ello, son también generalmente sociables, con interés por la música y la lectura y/o escucha de narraciones y cuentos. Cuando estudian suelen poner voz, es decir, repiten en voz alta lo que pretenden memorizar.
Este estilo lo vemos más en niñas que en niños, ya que éstas suelen tener de forma natural mayor capacidad para el aprendizaje.
En este grupo podemos estimular precisamente el uso de la palabra como forma de aprender. Le podemos sugerir que se grabe las lecciones para luego escucharlas. Puede también utilizar, cuando sea posible, audiolibros y, sobretodo, si queremos motivarle y alcanzar metas, podemos enseñarle a que se dé autoinstrucciones de forma verbal (“puedo conseguirlo”, “voy a aplicar mi plan”).
Este estilo lo vemos más en niñas que en niños, ya que éstas suelen tener de forma natural mayor capacidad para el aprendizaje.
En este grupo podemos estimular precisamente el uso de la palabra como forma de aprender. Le podemos sugerir que se grabe las lecciones para luego escucharlas. Puede también utilizar, cuando sea posible, audiolibros y, sobretodo, si queremos motivarle y alcanzar metas, podemos enseñarle a que se dé autoinstrucciones de forma verbal (“puedo conseguirlo”, “voy a aplicar mi plan”).
7- La escuela es importante
Cuando los padres se involucran activamente en el aprendizaje de su hijo, le están comunicando de una forma muy clara que tienen interés en ayudarle a rendir lo máximo de sí. Sobre esta base debemos construir también nuestro entusiasmo por la enseñanza y la educación, Una buena manera de transmitírselo incluyen, entre otras, alguna de estas sugerencias:
-Asista regularmente a las reuniones del colegio de su hijo.
-Establezca una relación adecuada con la maestra de su hijo. Hágala partícipe del plan de estudios que hemos puesto en marcha y de los objetivos y estrategias que hemos acordado.
-Transmítale nuestra más sincera intención de colaboración en cualquier problema que pudiera surgir.
-Si es un niño que ha presentado problemas a la hora de hacer o anotar los deberes, intente establecer comunicación diaria (al menos hasta que se regularice la situación) mediante la agenda escolar u otro mecanismo.
-Procure mantener siempre una opinión positiva y colaboradora con la escuela.
-Intercambien información acerca de los avances del niño. La maestra puede comunicar que ha hecho bien determinada tarea y en casa ser reforzado por ello.
En definitiva, la motivación, como se ha explicado, debe construirse desde la base de diferentes pilares, En esta página hemos intentado desgranar algunos de los ejes fundamentales.
Que nadie espere cambios rápidos y sin esfuerzo. No obstante si somos perseverantes como padres, que al final es lo que le venimos a pedir a nuestros hijos, los resultados llegarán aunque cuesten.
-Asista regularmente a las reuniones del colegio de su hijo.
-Establezca una relación adecuada con la maestra de su hijo. Hágala partícipe del plan de estudios que hemos puesto en marcha y de los objetivos y estrategias que hemos acordado.
-Transmítale nuestra más sincera intención de colaboración en cualquier problema que pudiera surgir.
-Si es un niño que ha presentado problemas a la hora de hacer o anotar los deberes, intente establecer comunicación diaria (al menos hasta que se regularice la situación) mediante la agenda escolar u otro mecanismo.
-Procure mantener siempre una opinión positiva y colaboradora con la escuela.
-Intercambien información acerca de los avances del niño. La maestra puede comunicar que ha hecho bien determinada tarea y en casa ser reforzado por ello.
En definitiva, la motivación, como se ha explicado, debe construirse desde la base de diferentes pilares, En esta página hemos intentado desgranar algunos de los ejes fundamentales.
Que nadie espere cambios rápidos y sin esfuerzo. No obstante si somos perseverantes como padres, que al final es lo que le venimos a pedir a nuestros hijos, los resultados llegarán aunque cuesten.
1- Introducción
La impulsividad es un rasgo del temperamento (niños) o personalidad (adultos) que ha estado presente, en un u otro grado, a lo largo de toda la evolución del ser humano aunque, no siempre, deberíamos atribuirle directamente una connotación negativa o improductiva como veremos más adelante.
No obstante, hoy en día, la impulsividad en muchos niños se manifiesta con una gran intensidad y frecuencia, llegando a alterar la convivencia y condicionar la vida de los padres que la sufren. Es un hecho evidente que, además, la impulsividad parece manifestarse en niños cada vez más pequeños, si bien, esto puede atribuirse, en parte, a los actuales estilos de vida modernos (ambos padres con largas horas de trabajo) y también, en algunos casos, a una falta de recursos o conocimientos por parte de los padres o educadores que simplemente se ven desbordados y no saben como afrontarlo. Por ello, es cada vez más frecuente, buscar ayuda profesional.
Normalmente, la impulsividad viene acompañada de hiperactividad y déficit de atención en lo que denominamos: TDAH y esto puede ser la antesala de problemas de aprendizaje, conductas disruptivas y, más adelante, agresivas o delictivas.
Sea como fuere, hay niños que presentan series dificultades para reprimir sus impulsos y esto les conlleva numerosos conflictos tanto en el ámbito familiar como en el escolar.
En esta página expondremos qué es la impulsividad, sus problemas asociados y cómo podemos regularlos y ayudar a los niños que la padecen.
No obstante, hoy en día, la impulsividad en muchos niños se manifiesta con una gran intensidad y frecuencia, llegando a alterar la convivencia y condicionar la vida de los padres que la sufren. Es un hecho evidente que, además, la impulsividad parece manifestarse en niños cada vez más pequeños, si bien, esto puede atribuirse, en parte, a los actuales estilos de vida modernos (ambos padres con largas horas de trabajo) y también, en algunos casos, a una falta de recursos o conocimientos por parte de los padres o educadores que simplemente se ven desbordados y no saben como afrontarlo. Por ello, es cada vez más frecuente, buscar ayuda profesional.
Normalmente, la impulsividad viene acompañada de hiperactividad y déficit de atención en lo que denominamos: TDAH y esto puede ser la antesala de problemas de aprendizaje, conductas disruptivas y, más adelante, agresivas o delictivas.
Sea como fuere, hay niños que presentan series dificultades para reprimir sus impulsos y esto les conlleva numerosos conflictos tanto en el ámbito familiar como en el escolar.
En esta página expondremos qué es la impulsividad, sus problemas asociados y cómo podemos regularlos y ayudar a los niños que la padecen.
2- El niño impulsivo
Veamos a continuación las características nucleares que presentan los niños que denominamos “impulsivos”. Estas manifestaciones, hemos comentado ya, se están presentando a edades cada vez más avanzadas (2, 3 años), y pueden suponer para la familia una alteración significativa en la vida cotidiana si se desconocen los motivos y la forma correcta de actuar.
Algunas pistas para detectar el niño impulsivo:
Algunas pistas para detectar el niño impulsivo:
- Primero hace, luego piensa.
- Contesta antes de acabar de oír la pregunta.
- Dificultades para aguardar el turno en los juegos.
- Mal perder. No soporta que le ganen.
- Interrumpir o estorbar a los demás.
- Baja tolerancia a la frustración.
- Poco autocontrol.
- Desobediencia, negativismo.
- El niño reconoce su problema pero no puede controlarlo y reincide.
- Puede involucrarse en actividades físicas peligrosas sin valorar sus consecuencias.
- En niños pequeños se dan fuertes rabietas incontroladas.
Estas son algunas de las manifestaciones que podríamos incluir dentro del concepto de “impulsividad”. Algunos padres, simplemente definen al niño impulsivo, como un niño que tiene un fuete carácter o temperamento.
La impulsividad, actualmente, se detecta y diagnostica como parte nuclear del T.D.A.H. (Trastorno Déficit de Atención con Hiperactividad). Si bien, los manuales que contienen los criterios diagnósticos (DSM-V o anteriores) permiten hacer el diagnóstico de T.D.A.H. con predominio o no de alguno de los tres factores nucleares: la mencionada Impulsividad, el Déficit de Atención o la Hiperactividad.
Sea como fuere, creo que la impulsividad como factor psicológico independiente o no, precisa de un tratamiento más detallado y un abordaje más explícito. Las razones son obvias. La impulsividad tiene repercusiones directas sobre las interacciones familiares, pudiendo alterar el desarrollo adecuado de vinculación afectiva y el equilibrio emocional. También deteriora seriamente la capacidad de aprendizaje del niño y su buena adaptación a la escuela y compañeros. Finalmente una impulsividad no trabajada a tiempo y que se manifiesta en un entorno desestructurado, es el camino más directo para conductas violentas o delictivas en el futuro.
Puntualizar también que trataremos la impulsividad desde su manifestación en niños de población normal o con algún diagnóstico de T.D.A.H. En ningún caso trataremos aquí las manifestaciones de impulsividad debidas a otros trastornos clínicos más severos (autismo, psicosis, síndrome x frágil,retraso mental, etc.).
La impulsividad, actualmente, se detecta y diagnostica como parte nuclear del T.D.A.H. (Trastorno Déficit de Atención con Hiperactividad). Si bien, los manuales que contienen los criterios diagnósticos (DSM-V o anteriores) permiten hacer el diagnóstico de T.D.A.H. con predominio o no de alguno de los tres factores nucleares: la mencionada Impulsividad, el Déficit de Atención o la Hiperactividad.
Sea como fuere, creo que la impulsividad como factor psicológico independiente o no, precisa de un tratamiento más detallado y un abordaje más explícito. Las razones son obvias. La impulsividad tiene repercusiones directas sobre las interacciones familiares, pudiendo alterar el desarrollo adecuado de vinculación afectiva y el equilibrio emocional. También deteriora seriamente la capacidad de aprendizaje del niño y su buena adaptación a la escuela y compañeros. Finalmente una impulsividad no trabajada a tiempo y que se manifiesta en un entorno desestructurado, es el camino más directo para conductas violentas o delictivas en el futuro.
Puntualizar también que trataremos la impulsividad desde su manifestación en niños de población normal o con algún diagnóstico de T.D.A.H. En ningún caso trataremos aquí las manifestaciones de impulsividad debidas a otros trastornos clínicos más severos (autismo, psicosis, síndrome x frágil,retraso mental, etc.).
3- Aproximación a la impulsividad
En principio, la impulsividad podríamos definirla como un estado de activación neurobiológica o déficit de control inhibitorio. Los dos términos en cierta manera ponen de relieve la más que posible mediación de factores orgánicos en la génesis de la impulsividad. Esta activación supone la liberación de una serie de sustancias internas (neurotransmisores, hormonas) que preparan al cuerpo para una reacción motriz inmediata. Es una energía que está ahí y debe “liberarse” de alguna manera. La más habitual (según edad): las rabietas, los gritos, las huidas, etc.
Regularmente los niños con TDAH o, simplemente, con síntomas de impulsividad, tienen antecedentes familiares de primer grado que manifestaron o manifiestan el mismo problema. Por tanto, la vía genética o herencia determina cierta predisposición a manifestar los síntomas en hijos de padres también con caracteres fuertes, impulsivos o con poca tolerancia a la frustración.
Pero la impulsividad no es tan sólo un factor que podemos heredar sino también una manifestación cognitiva y conductual que puede potenciarse o disminuir en función del entorno.
Es importante establecer la diferenciación entre una impulsividad primaria de la secundaria. En el primer caso, la impulsividad estuvo presente desde el mimo momento de nacer el niño sino antes (excesivos movimientos fetales) y es la que suele tener un componente genético más evidente. La secundaria aparece o se potencia en un momento dado del desarrollo normalmente asociado a factores de inestabilidad afectiva, cambios imprevistos, traumas, separaciones, etc. El peor de los escenarios es cuando un niño genéticamente predispuesto para ser impulsivo tiene, a su vez, un entorno poco acogedor o desestructurado.
Por lo comentado hasta ahora parecería que la impulsividad es algo no deseable y que, en todo caso, comporta sólo problemas. Este planteamiento es muy simple y no obedece a la realidad de un tema mucho más complejo.
Hoy en día sabemos que muchos de nuestros mejores atletas fueron de pequeños diagnosticados, en un grado u otro, de Hiperactivos, con Déficit de Atención, Impulsivos, etc. La cuestión es que cuando esa energía desbordante de fácil activación fue canalizada hacia actividades deportivas u de otro tipo reguladas, se convirtió en un buen aliado.
La impulsividad, pues, entendida como estado de activación inmediato, nos aporta combustible para responder de forma rápida (aunque normalmente poco racional) a nivel motriz. Esto no es casual. Si está en los genes de los seres humanos es porque en algún momento de nuestro período evolutivo fue una característica positiva para la supervivencia de la especie. Imaginémonos los tiempos remotos de vida en las cavernas y los pocos recursos para afrontar un medio ambiente hostil con numerosos enemigos y animales dispuestos a atacarnos. En este medio es muy probable que supervivieran mejor los seres humanos con unas capacidades de “impulsividad” (activación rápida y potente) y, por tanto, de afrontar o huir de la situación con éxito, frente a los que eran más tranquilos.
Vemos, pues, que la impulsividad pudo obedecer a factores de supervivencia en algún momento. No obstante, la genética no va tan rápido como los cambios culturales de la especie. La programación genética de algunos niños sigue preparada para responder contundentemente a cualquier tipo de agresión percibida, no obstante, hoy en día, lo que se espera de ellos es precisamente lo contrario: racionalidad, tranquilidad, paciencia, atención, etc, especialmente en la escuela.
Regularmente los niños con TDAH o, simplemente, con síntomas de impulsividad, tienen antecedentes familiares de primer grado que manifestaron o manifiestan el mismo problema. Por tanto, la vía genética o herencia determina cierta predisposición a manifestar los síntomas en hijos de padres también con caracteres fuertes, impulsivos o con poca tolerancia a la frustración.
Pero la impulsividad no es tan sólo un factor que podemos heredar sino también una manifestación cognitiva y conductual que puede potenciarse o disminuir en función del entorno.
Es importante establecer la diferenciación entre una impulsividad primaria de la secundaria. En el primer caso, la impulsividad estuvo presente desde el mimo momento de nacer el niño sino antes (excesivos movimientos fetales) y es la que suele tener un componente genético más evidente. La secundaria aparece o se potencia en un momento dado del desarrollo normalmente asociado a factores de inestabilidad afectiva, cambios imprevistos, traumas, separaciones, etc. El peor de los escenarios es cuando un niño genéticamente predispuesto para ser impulsivo tiene, a su vez, un entorno poco acogedor o desestructurado.
Por lo comentado hasta ahora parecería que la impulsividad es algo no deseable y que, en todo caso, comporta sólo problemas. Este planteamiento es muy simple y no obedece a la realidad de un tema mucho más complejo.
Hoy en día sabemos que muchos de nuestros mejores atletas fueron de pequeños diagnosticados, en un grado u otro, de Hiperactivos, con Déficit de Atención, Impulsivos, etc. La cuestión es que cuando esa energía desbordante de fácil activación fue canalizada hacia actividades deportivas u de otro tipo reguladas, se convirtió en un buen aliado.
La impulsividad, pues, entendida como estado de activación inmediato, nos aporta combustible para responder de forma rápida (aunque normalmente poco racional) a nivel motriz. Esto no es casual. Si está en los genes de los seres humanos es porque en algún momento de nuestro período evolutivo fue una característica positiva para la supervivencia de la especie. Imaginémonos los tiempos remotos de vida en las cavernas y los pocos recursos para afrontar un medio ambiente hostil con numerosos enemigos y animales dispuestos a atacarnos. En este medio es muy probable que supervivieran mejor los seres humanos con unas capacidades de “impulsividad” (activación rápida y potente) y, por tanto, de afrontar o huir de la situación con éxito, frente a los que eran más tranquilos.
Vemos, pues, que la impulsividad pudo obedecer a factores de supervivencia en algún momento. No obstante, la genética no va tan rápido como los cambios culturales de la especie. La programación genética de algunos niños sigue preparada para responder contundentemente a cualquier tipo de agresión percibida, no obstante, hoy en día, lo que se espera de ellos es precisamente lo contrario: racionalidad, tranquilidad, paciencia, atención, etc, especialmente en la escuela.
4- Algunas explicaciones neurobiológicas
En psicología se utiliza un término hipotético denominado “arousal” que trata de describir los procesos que subyacen en el control de la alerta, la vigilia y la activación.
El concepto de arousal admite varios significados. Así se habla de arousal comportamental para significar lo mismo que nivel de actividad. Pero se puede hablar también de arousal cortical, en cuyo caso la referencia es a la activación de las neuronas corticales a través del Sistema Activador Reticular (SAR) e implicaría también la activación autónoma. Sin entrar en más tecnicismos, lo que nos interesa resaltar ahora es que cuando los fármacos estimulantes, que normalmente incrementan tanto el arousal comportamental como el fisiológico, producen en muchos hiperactivos (y o impulsivos) un descenso en su nivel de actividad, es que, por paradójico que parezca, está reduciendo tanto el arousal conductual como el fisiológico. Según algunos investigadores (Mc. Mahon, 1.984) la explicación reside en que los niños T.D.A.H. se benefician de los efectos de los estimulantes dado que son deficitarios en arousal cortical y autónomo. Por tanto, la hipótesis planteada es que la disfunción primaria hallada en niños impulsivos y/o hiperactivos se debería a una infraactivación del SAR más que a una sobreactivación.
El concepto de arousal admite varios significados. Así se habla de arousal comportamental para significar lo mismo que nivel de actividad. Pero se puede hablar también de arousal cortical, en cuyo caso la referencia es a la activación de las neuronas corticales a través del Sistema Activador Reticular (SAR) e implicaría también la activación autónoma. Sin entrar en más tecnicismos, lo que nos interesa resaltar ahora es que cuando los fármacos estimulantes, que normalmente incrementan tanto el arousal comportamental como el fisiológico, producen en muchos hiperactivos (y o impulsivos) un descenso en su nivel de actividad, es que, por paradójico que parezca, está reduciendo tanto el arousal conductual como el fisiológico. Según algunos investigadores (Mc. Mahon, 1.984) la explicación reside en que los niños T.D.A.H. se benefician de los efectos de los estimulantes dado que son deficitarios en arousal cortical y autónomo. Por tanto, la hipótesis planteada es que la disfunción primaria hallada en niños impulsivos y/o hiperactivos se debería a una infraactivación del SAR más que a una sobreactivación.
Por otro lado se conoce el importante papel que tienen los lóbulos frontales como reguladores y organizadores del lenguaje y, por consiguiente, de los actos voluntarios del individuo. Los mecanismos fisiológicos responsables de esos actos están aún lejos de ser descubiertos pero se sabe que maduran en el niño “normal” hacia los cuatros años de edad.
Respecto a la regulación motora y de la acción por parte de los lóbulos frontales, Luria subrayó su papel en la programación de las más altas formas de actividad humana organizada. Todo esto sugiere que (siguiendo exposición de Luria 1.980):
Los lóbulos frontales pueden y deben ejercer un papel decisivo en la preservación y realización de los programas de todas las formas complejas de actividad; ellos mantienen el papel dominante del programa e inhiben acciones irrelevantes e inapropiadas. Presumiblemente, por tanto, cuando una lesión en los lóbulos frontales lleva a rebajar el estado de actividad, se deteriorará sustancialmente la ejecución precisa de los programas motores, dejarán de ocupar un papel dominante las acciones y movimientos selectivos para la tarea, y así surgirán fácilmente acciones irrelevantes e inadecuadas que ya no podrán ser inhibidas.
Resumiendo, una baja activación del SAR o una lesión en lóbulos frontales pueden ser algunos de los factores relevantes en la génesis de la sintomatología impulsiva y/o hiperactiva. En el primer caso la medicación (normalmente: metilfenidato) podría compensar parcialmente el déficit.
Hemos también comentado la activación fisiológica que se produce en los brotes impulsivos como consecuencia de la activación del sistema autónomo. En estos episodios se producen cambios endocrinos y secreciones hormonales que preparan al cuerpo para responder ante lo que el niño percibe como una amenaza inminente (puede ser simplemente que se le frustre en alguna de sus demandas). Otro elemento importante en el nivel de activación lo constituye la forma en que el niño percibe la situación a nivel emocional. Elevados niveles de adrenalina y noradrenalina en sangre y orina aparecen antes y después de sucesos estresantes o enérgicos que cursan con gran carga emocional e incluso agresión. Sea como fuere, cuando el niño con impulsividad, se ha activado, difícilmente tendrá el control voluntario sobre sus actos en los primeros momentos de mayor activación.
Más adelante explicaremos como trabajar estos aspectos.
Respecto a la regulación motora y de la acción por parte de los lóbulos frontales, Luria subrayó su papel en la programación de las más altas formas de actividad humana organizada. Todo esto sugiere que (siguiendo exposición de Luria 1.980):
Los lóbulos frontales pueden y deben ejercer un papel decisivo en la preservación y realización de los programas de todas las formas complejas de actividad; ellos mantienen el papel dominante del programa e inhiben acciones irrelevantes e inapropiadas. Presumiblemente, por tanto, cuando una lesión en los lóbulos frontales lleva a rebajar el estado de actividad, se deteriorará sustancialmente la ejecución precisa de los programas motores, dejarán de ocupar un papel dominante las acciones y movimientos selectivos para la tarea, y así surgirán fácilmente acciones irrelevantes e inadecuadas que ya no podrán ser inhibidas.
Resumiendo, una baja activación del SAR o una lesión en lóbulos frontales pueden ser algunos de los factores relevantes en la génesis de la sintomatología impulsiva y/o hiperactiva. En el primer caso la medicación (normalmente: metilfenidato) podría compensar parcialmente el déficit.
Hemos también comentado la activación fisiológica que se produce en los brotes impulsivos como consecuencia de la activación del sistema autónomo. En estos episodios se producen cambios endocrinos y secreciones hormonales que preparan al cuerpo para responder ante lo que el niño percibe como una amenaza inminente (puede ser simplemente que se le frustre en alguna de sus demandas). Otro elemento importante en el nivel de activación lo constituye la forma en que el niño percibe la situación a nivel emocional. Elevados niveles de adrenalina y noradrenalina en sangre y orina aparecen antes y después de sucesos estresantes o enérgicos que cursan con gran carga emocional e incluso agresión. Sea como fuere, cuando el niño con impulsividad, se ha activado, difícilmente tendrá el control voluntario sobre sus actos en los primeros momentos de mayor activación.
Más adelante explicaremos como trabajar estos aspectos.
5- Orientaciones generales para regularla
Hemos ya definido lo que entendemos por niño impulsivo, sus síntomas y, también, algunos planteamientos desde la neurobiología. En este aparatado vamos a exponer algunas orientaciones y estrategias para trabajar con niños que presentan estas características.
- En primer lugar, debe quedar claro que el niño tiene dificultades para regular su estado de activación. Por eso siempre suelo recordar que: “No es tanto que no quieran autocontrolarse sino que no pueden”. Una vez activados (descargas hormonales conjuntamente con emociones intensas de frustración) tienen que efectuar alguna acción (rabietas, huída, agresión, lanzamiento objetos, etc.). Ello no quiere decir que seamos tolerantes, sino que desde la comprensión de lo que pasa podemos ayudarle de forma más eficaz. A este respecto, hay que señalar, que la mayoría de niños impulsivos suelen luego arrepentirse y se comprometen a no volver a hacerlo cuando se lo razonamos. No obstante, vuelven a recaer en los mismos comportamientos disruptivos al tiempo que manifiestan una cierta perplejidad o inquietud al verse superados por sus propios actos y no saber por qué vuelve a ocurrir. También puede suceder que estos episodios se refuercen si con ello el niño consigue lo que quiere y, por tanto, puede aprender a manipularnos a través de ellos.
- El niño debe aprender, aunque aceptemos el hecho de que tiene dificultades para controlarse, que sus actos tienen consecuencias. Por ello, contingentemente a las rabietas, conductas desafiantes, agresiones u otros, deberemos ser capaces de marcar unas consecuencias inmediatas (retirada de reforzadores, tiempo fuera, retirada de atención, castigo, etc.). Por ejemplo si ha lanzado objetos, deberá recogerlos y colocarlos en su lugar; si ha insultado deberá pedir disculpas, etc. Deberemos, pero, esperar a que se tranquilice para aplicar las contingencias marcadas.
- Es muy importante que cuando se produzca un episodio de impulsividad extrema (rabieta, insultos, etc.) los padres, maestros o educadores mantengan la calma. Nunca es aconsejable intentar chillar más que él o intentar razonarle nada en esos momentos. Esto complicaría las cosas. Tenemos que mostrarnos serenos y tranquilos pero, a la vez contundentes y decididos. Por ejemplo, ante las rabietas incontroladas de los más pequeños, decirle: “Mamá (o papá) están ahora tristes con tu comportamiento y no queremos estar contigo mientras estés así”. Los padres se retiran buscando una cierta distancia física (según las circunstancias: calle o casa) pero también afectiva. De esta forma, el niño, recibe a nivel inconsciente un mensaje muy claro: Así no vas a conseguir las cosas.
- Contingentemente a estas actuaciones, también podemos introducir las medidas correctoras (castigo): “Cómo has insultado a papá (o mamá) hoy no podrás ver los dibujos que tanto te gustan (o no jugarás a la play, etc.). Papá está triste porque no quiere castigarte, pero tiene que hacerlo para ayudarte a mejorar”.
- No entrar en más discusiones o razonamientos en el momento de activación por parte del niño.
- Nunca decirle que es malo sino que se ha portado mal durante unos momentos y que eso puede arreglarlo en un futuro si se empeña en ello. Tampoco hay que compararlo con otros niños que son más tranquilos y se portan bien. En todo caso, recordarle primero los aspectos positivos que probablemente tiene al mismo tiempo que le señalamos los que debe corregir.
- Hay que insistir en la necesidad de mostrarnos tranquilos delante del niño cuando queramos corregir sus actos. Si éste percibe en nosotros inseguridad, incerteza o discrepancias entre los padres u otros, percibirá que tiene mayor control sobre nosotros y las rabietas u otras se incrementarán. Nunca debe vernos alterados emocionalmente (chillando, llorando o fuera de control). Tampoco debe cogernos en contradicciones, es decir: No podemos pedirle a gritos a un niño impulsivo que se esté quieto y callado.
- No basta con saber contestar adecuadamente a sus conductas impulsivas. Estos niños requieren también que les expliquemos qué es lo que les pasa y qué puede hacer (más adelante se dan algunas pistas). Las reflexiones sobre los hechos nunca deben ser hechas en caliente sino en frío cuando las cosas se han tranquilizado. Un buen momento es por la noche antes de acostarse.
6- Estrategias para corregirla
Recordar que la impulsividad como rasgo de temperamento puede deberse, en parte, a predisposiciones genéticas pero la propia experiencia vital del niño y las condiciones de su entorno determinarán, la intensidad, frecuencia y forma en la que finalmente se expresa. Un ambiente familiar tranquilo y colaborador es el mejor aliado para corregir conductas.
Veamos ahora algunas estrategias para ayudar a los niños impulsivos a regular sus conductas según edad.
Para los más pequeños (hasta 5 o 6 años) ante las manifestaciones impulsivas (rabietas, gritos, lloros, etc.) deberemos aplicar la retirada de atención física y afectiva tal como hemos explicado anteriormente y, si procede (según intensidad o características del episodio), aplicar algún correctivo. No basta con saber establecer límites o castigar, deberemos completar el trabajo con ejercicios de de vinculación afectiva como leerles cuentos, efectuar ejercicios de relajación por la noche antes de dormir, etc. En estos momentos es cuando podemos razonar con ellos y analizar lo que ha pasado, siempre, pero, a medida de la edad y capacidad del niño. A los más pequeños les costará entender los razonamientos basados en la lógica o moral adulta, por tanto, evitar excesivas explicaciones.
Es importante, también, que empecemos a trabajar con ellos las sensaciones internas que preceden a las manifestaciones impulsivas. Si el niño va tomando conciencia de ello podrá más fácilmente aplicar en el futuro técnicas de autocontrol. Dicho de otra forma: Si el niño logra detectar su estado de activación fisiológica previa al episodio disruptivo, podrá poner en marcha alguna de las estrategias incompatibles con el estallido impulsivo y, por tanto, evitar su manifestación. Veamos algunas formas de hacerlo a continuación.
Veamos ahora algunas estrategias para ayudar a los niños impulsivos a regular sus conductas según edad.
Para los más pequeños (hasta 5 o 6 años) ante las manifestaciones impulsivas (rabietas, gritos, lloros, etc.) deberemos aplicar la retirada de atención física y afectiva tal como hemos explicado anteriormente y, si procede (según intensidad o características del episodio), aplicar algún correctivo. No basta con saber establecer límites o castigar, deberemos completar el trabajo con ejercicios de de vinculación afectiva como leerles cuentos, efectuar ejercicios de relajación por la noche antes de dormir, etc. En estos momentos es cuando podemos razonar con ellos y analizar lo que ha pasado, siempre, pero, a medida de la edad y capacidad del niño. A los más pequeños les costará entender los razonamientos basados en la lógica o moral adulta, por tanto, evitar excesivas explicaciones.
Es importante, también, que empecemos a trabajar con ellos las sensaciones internas que preceden a las manifestaciones impulsivas. Si el niño va tomando conciencia de ello podrá más fácilmente aplicar en el futuro técnicas de autocontrol. Dicho de otra forma: Si el niño logra detectar su estado de activación fisiológica previa al episodio disruptivo, podrá poner en marcha alguna de las estrategias incompatibles con el estallido impulsivo y, por tanto, evitar su manifestación. Veamos algunas formas de hacerlo a continuación.
a) El Volcán
Muchos niños identifican la sensación que viven justo antes de “explotar” como una especie de calor interior intenso e incontrolable acompañado de fuertes emociones que no pueden reprimir y preceden irremediablemente al episodio disruptivo.
Una buena estrategia para que el niño empiece a tomar conciencia del problema y pueda comenzar a controlarlo, consiste en hacerle visualizar todo el proceso en forma de imágenes. Podemos ayudar al niño a imaginarse que en su interior hay un volcán que representa toda su fuerza y energía, pero, a veces, se descontrola y se produce la erupción. Cuando empieza a enfadarse, el volcán (que estaría situado de forma imaginaria en la zona del estómago) se calienta y empieza a producir lava caliente hasta el punto que, si no lo controlamos, estalla.
De lo que se trata es de ayudar al niño a que identifique las propias sensaciones internas previas al estallido y, así, poder controlarlo.
Una vez que el niño se ha ido familiarizando con estas sensaciones podemos motivarle a que ponga en marcha recursos para parar el proceso.
Debemos, pues, encontrar también, cuales son las estrategias que funcionan mejor con cada niño a la hora de hacer frente a la impulsividad y autocontrolarse. Hay estrategias muy simples que consisten en enseñarle a que cuando note la activación intente respirar varias veces profundamente al tiempo que se da interiormente autoinstrucciones (Para, Stop, Tranquilizate, Controlate, etc.). Esta técnica suele ser muy eficaz si, además, hemos trabajado con el niño alguna técnica de relajación (ver nuestra página: Técnicas de relajación para niños).
Para niños muy impulsivos, es probable que les cueste cierto tiempo y práctica desarrollar estos hábitos. En estos casos, podemos darles también la instrucción de que cuando se noten muy activados intenten separarse físicamente de la situación como método para tratar de evitar el episodio (apartarse de un niño que le insulta, ir a su habitación ante una reprimenda, etc.). Todo ello debe llevarse a cabo bajo supervisión del adulto y teniendo en cuenta la edad del niño. Los niños más pequeños (menos de 5 años) tendrán más dificultades para trabajar con autoinstrucciones.
Una buena estrategia para que el niño empiece a tomar conciencia del problema y pueda comenzar a controlarlo, consiste en hacerle visualizar todo el proceso en forma de imágenes. Podemos ayudar al niño a imaginarse que en su interior hay un volcán que representa toda su fuerza y energía, pero, a veces, se descontrola y se produce la erupción. Cuando empieza a enfadarse, el volcán (que estaría situado de forma imaginaria en la zona del estómago) se calienta y empieza a producir lava caliente hasta el punto que, si no lo controlamos, estalla.
De lo que se trata es de ayudar al niño a que identifique las propias sensaciones internas previas al estallido y, así, poder controlarlo.
Una vez que el niño se ha ido familiarizando con estas sensaciones podemos motivarle a que ponga en marcha recursos para parar el proceso.
Debemos, pues, encontrar también, cuales son las estrategias que funcionan mejor con cada niño a la hora de hacer frente a la impulsividad y autocontrolarse. Hay estrategias muy simples que consisten en enseñarle a que cuando note la activación intente respirar varias veces profundamente al tiempo que se da interiormente autoinstrucciones (Para, Stop, Tranquilizate, Controlate, etc.). Esta técnica suele ser muy eficaz si, además, hemos trabajado con el niño alguna técnica de relajación (ver nuestra página: Técnicas de relajación para niños).
Para niños muy impulsivos, es probable que les cueste cierto tiempo y práctica desarrollar estos hábitos. En estos casos, podemos darles también la instrucción de que cuando se noten muy activados intenten separarse físicamente de la situación como método para tratar de evitar el episodio (apartarse de un niño que le insulta, ir a su habitación ante una reprimenda, etc.). Todo ello debe llevarse a cabo bajo supervisión del adulto y teniendo en cuenta la edad del niño. Los niños más pequeños (menos de 5 años) tendrán más dificultades para trabajar con autoinstrucciones.
b) El Semaforo
Uno de los problemas recurrentes que nos encontramos cuando trabajamos con niños impulsivos y/o hiperactivos es que no son conscientes de su estado de activación y eso les conduce irremediablemente al conflicto. Esto es especialmente problemático en la escuela.
Una estrategia que empleamos a menudo y suele funcionar, es la técnica del semáforo. La estrategia es simple: se trata de avisar al niño o grupo de alumnos (proporcionarles feedback) cuando se están empezando a activar.
Imaginemos la siguiente situación:
Juan es un niño de 8 años muy impulsivo e hiperactivo. Difícilmente aguanta quieto en su sitio más de 5 minutos en clase. La maestra lo ha castigado sistemáticamente pero el niño parece ya insensible al castigo. Tampoco sabe decirnos el motivo que le impulsa a levantarse y, a veces, molestar a los compañeros con los que acaba entrando en conflicto.
En este caso, la maestra, puede decirle al niño privadamente que como no desea castigarle más y quiere ayudarle a controlarse, van a establecer una especie de “pacto secreto”: Voy a colocar en la pizarra ( pared, panel u otro) un papel (o cartulina cortada en redondo) que irá cambiando de color según como tu estés. Cuando veas la verde es que todo va bien. Si ves la amarilla: ¡Precaución! debes tener cuidado ya que eso indica que estás empezando a hacer cosas y estás en peligro de llegar al castigo. Finalmente, si colocamos la roja, quiere decir que deberá cumplir un correctivo al no conseguir controlarse.Aconsejo utilizar el código visual cuando se trata de niños con necesidades educativas especiales. En la escuela ordinaria, puede ser más adecuado utilizar como señal de aviso (en lugar del color amarillo) algún movimiento concreto del maestro/a. Este método es más discreto y tiene la ventaja que suele pasar desapercibido por el resto del grupo. Por ejemplo: “Cuando veas que te miro y doy dos golpecitos con mi bolígrafo o cuando me toque la nariz, etc…”
Lo importante aquí es trabajar en la identificación de las sensaciones previas a las conductas impulsivas y fomentar en el niño su reconocimiento como paso previo a la incorporación de recursos de autocontrol. Si el niño ha trabajado, paralelamente, alguna técnica de relajación o estrategia alternativa de afrontamiento, podrá intentar ponerla en marcha cuando note la activación o se le avise de ella. Por ejemplo podemos (según edad y características del niño) enseñarle a que cuando se note activado procure respirar profundamente al tiempo que se da autoinstrucciones: “Tranquilo”, “Cálmate”, etc…
En casos de niños especialmente conflictivos podemos darle instrucciones para que se separe físicamente de la situación o vaya fuera a un espacio abierto. Insisto en la necesidad de adaptar todo esto a las circunstancias del niño y, en su caso, a la de los centros escolares.
La técnica del semáforo es muy adecuada también para utilizarla en dinámicas grupales en las que todos los niños reciben las instrucciones y así conseguir una cierta autorregulación del grupo en casos en los que haya riesgo de conflicto.
Una estrategia que empleamos a menudo y suele funcionar, es la técnica del semáforo. La estrategia es simple: se trata de avisar al niño o grupo de alumnos (proporcionarles feedback) cuando se están empezando a activar.
Imaginemos la siguiente situación:
Juan es un niño de 8 años muy impulsivo e hiperactivo. Difícilmente aguanta quieto en su sitio más de 5 minutos en clase. La maestra lo ha castigado sistemáticamente pero el niño parece ya insensible al castigo. Tampoco sabe decirnos el motivo que le impulsa a levantarse y, a veces, molestar a los compañeros con los que acaba entrando en conflicto.
En este caso, la maestra, puede decirle al niño privadamente que como no desea castigarle más y quiere ayudarle a controlarse, van a establecer una especie de “pacto secreto”: Voy a colocar en la pizarra ( pared, panel u otro) un papel (o cartulina cortada en redondo) que irá cambiando de color según como tu estés. Cuando veas la verde es que todo va bien. Si ves la amarilla: ¡Precaución! debes tener cuidado ya que eso indica que estás empezando a hacer cosas y estás en peligro de llegar al castigo. Finalmente, si colocamos la roja, quiere decir que deberá cumplir un correctivo al no conseguir controlarse.Aconsejo utilizar el código visual cuando se trata de niños con necesidades educativas especiales. En la escuela ordinaria, puede ser más adecuado utilizar como señal de aviso (en lugar del color amarillo) algún movimiento concreto del maestro/a. Este método es más discreto y tiene la ventaja que suele pasar desapercibido por el resto del grupo. Por ejemplo: “Cuando veas que te miro y doy dos golpecitos con mi bolígrafo o cuando me toque la nariz, etc…”
Lo importante aquí es trabajar en la identificación de las sensaciones previas a las conductas impulsivas y fomentar en el niño su reconocimiento como paso previo a la incorporación de recursos de autocontrol. Si el niño ha trabajado, paralelamente, alguna técnica de relajación o estrategia alternativa de afrontamiento, podrá intentar ponerla en marcha cuando note la activación o se le avise de ella. Por ejemplo podemos (según edad y características del niño) enseñarle a que cuando se note activado procure respirar profundamente al tiempo que se da autoinstrucciones: “Tranquilo”, “Cálmate”, etc…
En casos de niños especialmente conflictivos podemos darle instrucciones para que se separe físicamente de la situación o vaya fuera a un espacio abierto. Insisto en la necesidad de adaptar todo esto a las circunstancias del niño y, en su caso, a la de los centros escolares.
La técnica del semáforo es muy adecuada también para utilizarla en dinámicas grupales en las que todos los niños reciben las instrucciones y así conseguir una cierta autorregulación del grupo en casos en los que haya riesgo de conflicto.
c) La Relajación
Uno de los mejores aliados en nuestra lucha por ayudar a los niños impulsivos, lo constituyen, sin duda, los diferentes métodos de relajación. Podemos utilizar técnicas adaptadas a las diferentes edades y necesidades. Además la relajación, bien efectuada, no presenta ningún tipo de contraindicación y puede ser aplicada a la mayor parte de la población.
En nuestra página:
http://www.psicodiagnosis.es/areageneral/tecnicas-de-relajacion-para-nios/index.php,
encontrará una descripción de las diferentes técnicas, según edad, para tratar diferentes problemáticas conductuales y/o emocionales incluida la impulsividad.
En nuestra página:
http://www.psicodiagnosis.es/areageneral/tecnicas-de-relajacion-para-nios/index.php,
encontrará una descripción de las diferentes técnicas, según edad, para tratar diferentes problemáticas conductuales y/o emocionales incluida la impulsividad.
d) Canalizar la energía
La impulsividad, hemos ya comentado, que podemos interpretarla como un estado de activación que nos prepara, a nivel orgánico, para una respuesta inmediata ante una situación que no toleramos o interpretamos como hostil a nuestros intereses o hacia nosotros mismos. No obstante, esta pronta activación, puede ser especialmente útil si se canaliza en forma de actividades reguladas. Por ejemplo, en cualquier actividad deportiva, los niños impulsivos pueden beneficiarse si aprenden a canalizar esta activación para potenciar sus destrezas. Las artes marciales que combinan concentración y despliegue de fuerza inmediata pueden ser especialmente útiles para aprender a controlar impulsividad (salvo en el caso de niños que, además, presente un componente antisocial o de agresividad con las personas).
Entre nuestros deportistas de elite se encuentran numerosos jóvenes diagnosticados de TDAH en la infancia.
En definitiva, cualquier práctica deportiva es especialmente útil en estos niños y nos ayudará a regular su comportamiento.
Entre nuestros deportistas de elite se encuentran numerosos jóvenes diagnosticados de TDAH en la infancia.
En definitiva, cualquier práctica deportiva es especialmente útil en estos niños y nos ayudará a regular su comportamiento.
e) Ejercicios para potenciar aprendizaje
El niño impulsivo no tan sólo presentará problemas en su conducta sino que su perfil de funcionamiento, le acarreará dificultades en aquellas tareas que requieren de atención sostenida (lectura) o coordinación visomotriz fina (escritura).
Por tanto, resulta de suma importancia trabajar, también desde casa, con ejercicios para mejorar estos aspectos. Al respecto, recomendamos ejercicios de papel y lápiz como (según edad), el pintado de mandalas, los laberintos, ejercicios de discriminación de las diferencias, etc. En el siguiente enlace podrá encontrar numerosos recursos para trabajar la atención y, también, la impulsividad:
http://orientacionandujar.wordpress.com/fichas-mejorar-atencion/
Podemos también trabajar con diferentes juegos en el ordenador siempre y cuando la actividad priorice la atención sostenida y la organización del material presentado visualmente bajo algún criterio antes de efectuar la respuesta. Es decir, no nos interesan los juegos demasiado movidos o que priorizan los reflejos visuales más que los racionales. El niño primero debe pensar y organizar antes de ejecutar la respuesta (demora de la respuesta = control de la impulsividad).
Otro recurso que nos puede ayudar son los juegos de mesa. Recomendamos especialmente el juego de Damas y el Ajedrez. En ambos, es necesario pensar antes de responder (lo contrario a la impulsividad), además, los niños, deben situarse en unas coordenadas espaciales para mover las fichas, lo que incrementa su capacidad visomotriz.
Finalmente, señalar un último recurso que podemos aplicar en casa para ayudar a los niños que tienen dificultades con la grafía o la escritura. Frecuentemente, el niño impulsivo, presenta dificultades para escribir correctamente y suele agrandar la escritura o deformarla significativamente con escaso control sobre las coordenadas espaciales. En estos casos, podemos trabajar con el niño utilizando los mandalas, laberintos u otros pero teniendo especial cuidado en que primero aprenda a relajar el brazo y la mano. El niño impulsivo cuando coge el lápiz lo hace de forma rígida y suele tensar todo el brazo. Deberemos darle instrucciones para que, antes de empezar a dibujar o escribir, el brazo deje de estar tenso. Para ayudarle podemos, por ejemplo, decirle que deje el brazo completamente muerto (podemos alzárselo con nuestra mano e indicarle que cuando soltemos, el brazo debe caer a plomo. Si es así el brazo está relajado). Una vez relajado podemos situar nuestra mano encima de la suya y ser nosotros los que vayamos escribiendo (dibujando o coloreando) al tiempo que el niño procura seguir teniendo el brazo relajado. Una vez más, lo importante es que el niño vaya discriminando entre tensión y distensión (activación versus relajación).
Por tanto, resulta de suma importancia trabajar, también desde casa, con ejercicios para mejorar estos aspectos. Al respecto, recomendamos ejercicios de papel y lápiz como (según edad), el pintado de mandalas, los laberintos, ejercicios de discriminación de las diferencias, etc. En el siguiente enlace podrá encontrar numerosos recursos para trabajar la atención y, también, la impulsividad:
http://orientacionandujar.wordpress.com/fichas-mejorar-atencion/
Podemos también trabajar con diferentes juegos en el ordenador siempre y cuando la actividad priorice la atención sostenida y la organización del material presentado visualmente bajo algún criterio antes de efectuar la respuesta. Es decir, no nos interesan los juegos demasiado movidos o que priorizan los reflejos visuales más que los racionales. El niño primero debe pensar y organizar antes de ejecutar la respuesta (demora de la respuesta = control de la impulsividad).
Otro recurso que nos puede ayudar son los juegos de mesa. Recomendamos especialmente el juego de Damas y el Ajedrez. En ambos, es necesario pensar antes de responder (lo contrario a la impulsividad), además, los niños, deben situarse en unas coordenadas espaciales para mover las fichas, lo que incrementa su capacidad visomotriz.
Finalmente, señalar un último recurso que podemos aplicar en casa para ayudar a los niños que tienen dificultades con la grafía o la escritura. Frecuentemente, el niño impulsivo, presenta dificultades para escribir correctamente y suele agrandar la escritura o deformarla significativamente con escaso control sobre las coordenadas espaciales. En estos casos, podemos trabajar con el niño utilizando los mandalas, laberintos u otros pero teniendo especial cuidado en que primero aprenda a relajar el brazo y la mano. El niño impulsivo cuando coge el lápiz lo hace de forma rígida y suele tensar todo el brazo. Deberemos darle instrucciones para que, antes de empezar a dibujar o escribir, el brazo deje de estar tenso. Para ayudarle podemos, por ejemplo, decirle que deje el brazo completamente muerto (podemos alzárselo con nuestra mano e indicarle que cuando soltemos, el brazo debe caer a plomo. Si es así el brazo está relajado). Una vez relajado podemos situar nuestra mano encima de la suya y ser nosotros los que vayamos escribiendo (dibujando o coloreando) al tiempo que el niño procura seguir teniendo el brazo relajado. Una vez más, lo importante es que el niño vaya discriminando entre tensión y distensión (activación versus relajación).
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Es un proyecto que promueve y acompaña el mejoramiento de las habilidades y prácticas de los maestros y Padres de Familia en la etapa de preescolar. como lectores y escritores desde su quehacer pedagógico en el salón de clase.
El interés por la lectura y la escritura surge del hecho de que ambas constituyen la base del desempeño exitoso de los niños en la escuela y en la vida. Desde los primeros años de vida los niños entran en contacto con el lenguaje. Se trata de una relación mediada por el afecto y determinante para los procesos de construcción del conocimiento, la cual a su vez fortalece su desarrollo psicoafectivo y cognitivo.
la calidad de las habilidades para leer y escribir en los niños tiene un alto impacto sobre su éxito o su fracaso escolar. Un buen lector y escritor estará en mejores condiciones para la argumentación, la reflexión, la generación de un sentido crítico y el respeto al punto de vista del otro, todos ellos factores decisivos para un buen desempeño
Papá, mamá:
Quiero que me dediques un tiempo calidoso donde yo me sienta acompañado en mi estudio, haciéndome sentir importante para crecer como persona en forma integra.
En mi grupo, estamos realizando un proyecto de lecto-escritura, donde estoy aprendiendo a expresar mis ideas y sentimientos y comprender el mundo que me rodea. Ahora necesito tu apoyo y espero que me acompañes así:
Quiero que me dediques un tiempo calidoso donde yo me sienta acompañado en mi estudio, haciéndome sentir importante para crecer como persona en forma integra.
En mi grupo, estamos realizando un proyecto de lecto-escritura, donde estoy aprendiendo a expresar mis ideas y sentimientos y comprender el mundo que me rodea. Ahora necesito tu apoyo y espero que me acompañes así:
- Léeme un cuento diariamente.
- Escribamos cartas cada semana.
- Acompáñame a cumplir mis tareas.
- Practiquemos un dictado dos veces por semana.
- Escúchame con atención siempre que quiera hablarte.
- Felicítame por los logros obtenidos, para yo también aprender a valorarte.
“No me reproches, enséñame”
escolar.padres de familia se incorporen a la vida escolar participando con sus hijos en la construcción de textos como la autobiografía de los estudiantes, cuentos, poemas, canciones y narraciones de la vida diaria.
EL proyecto L E O presta una gran utilidad en el proceso lecto-escritor, ya que fortalece las bases de las competencias comunicativas de los participantes de las actividades, motiva a los estudiantes hacia la lectura , la escritura y fortalece procesos de aprendizaje, haciendo mas sencillo y práctico el aprender a leer y escribir y facilitando al docente las herramientas para alcanzar mejores resultados, al leer cuentos con el estudiante, este fortalece su capacidad creativa y de comunicación.
ACTIVIDADES A REALIZAR EN EL PROYECTO:CARTAS PARA UN AMIGO
EL PERSONAJE DEL MES Los estudiantes escriben sus características para ser elegidos como los personajes del día, de la semana, del mes. En la institución educativa existe un espacio especial donde siempre un amigo especial cuenta algo sobre su vida.
“me gusta dialogar con mis amigos, inventar historias, jugar. Me gusta también ir a la iglesia. También el baile.”
Los estudiantes contestan al personaje del día, de la semana, del mes en el espacio institucional “Cartas de sus amigos”
Buzón de los textos regalo
Los estudiantes pueden regalar textos a sus compañeros
El primer día de la semana es el encuentro con el texto regalo… no te lo pierdas.
Buzón de los textos regalo
Los estudiantes pueden regalar textos a sus compañeros
El primer día de la semana es el encuentro con el texto regalo… no te lo pierdas.
Buzón de los textos regalo
Los estudiantes pueden regalar textos a sus compañeros
El primer día de la semana es el encuentro con el texto regalo… no te lo pierdas.
La Tradición Oral de nuestra Colombia-
se busca representar los mitos, leyendas
OBJETIVOS
Proyecto L E O tiene como objetivo desarrollar un modelo que permita mejorar las competencias en lectura y escritura de los estudiantes de grado preescolar .en nuestra Institucion.
, se espera que los estudiantes mejoren sus niveles de desempeño en la comprensión lectora y en la producción de textos escritos.
Por otro lado, el proyecto busca que las familias de los estudiantes, , bibliotecarios escolares y ludotecas del barrio participen en las actividades de promoción de lectura y escritura propuestas para ellos .
Realizar diferentes talleres con los padres de familia fomentando la lectura y la participación activa en el proceso lector de sus hijos.
•La lectura y escritura son esenciales para la vida en sociedad:
–Permiten que los niños construyan sus propios conocimientos y sean competentes
–Facilitan la comunicación de manera clara y argumentada
•Los niños y niñas que leen y escriben bien:
–Serán buenos en las demás materias
–Serán ciudadanos conscientes de sus derechos y deberes
–Serán buenos hijos y mejores padres y madres
–Tendrán sentido crítico y podrán construir nuevos saberes
–Serán trabajadores
¿Por quéla lectura y la escritura?
La lectura y escritura son esencialespara la vida
en sociedad:
–Permiten que los niños construyan sus propios conocimientos y sean competentes
–Facilitan la comunicación de manera clara y argumentada
•
Los niños y niñas que leen y escriben bien:
–Serán buenos en las demás materias
–Serán ciudadanos conscientes de sus derechos y deberes
–Serán buenos hijos y mejores padres y madres
–Tendrán sentido crítico y podrán construir nuevos saberes
–Serán trabajadores con deseos de aprender cada día más
•Todos ellos factores decisivos para un
buen desempeño escolar•Y de paso se podráenfrentar la repetición y la deserción(Entre el 10 y
Resultados esperados
objetivo especifico, los maestros y estudiantes de Preescolar mejorar sus habilidades para
•leer e interpretar diversas clases de textos,
•argumentar ideas y producir escritos coherentes de manera transversal al currículo escolar
Qué se puede hacer en el hogar
Por: Colorín Colorado (2007)
Cantar, hablar, leer y estimular a sus hijos todos los días.
Los niños pequeños aprenden escuchando y hablando con sus padres, con sus familiares, con los encargados del cuidado infantil y con otras personas.Si usted y su niño se sienten más a gusto con el español, cante, converse y lea con su hijo en español. Así, se fortalecerán sus habilidades de hablar, escuchar y comprender. Estas habilidades le ayudarán más adelante a hablar y a leer en inglés.
El don de tener dos lenguas
Conocer dos lenguas es un regalo que podrá darle a su hijo, ya que muchos niños pierden la capacidad de hablar y leer en español al crecer en los Estados Unidos. Sin embargo, con su estímulo, su niño podrá llegar a ser fluente no sólo en una lengua, sino en dos.A medida que su hijo crezca…
Usted continuará teniendo una gran influencia en la manera como se desempeñe su hijo cuando vaya a la escuela. Por ejemplo, usted podría:
- estimular el aprendizaje en el hogar,
- mantenerse atento para verificar que su niño no se esté rezagando,
- aprender muchas formas de ayudarle a su niño hablando con la maestra y
- saber qué hacer si su niño necesita ayuda adicional.
1. Cuidados médicos
A los niños hay que hacerles exámenes médicos, vacunarlos y darles atención dental con regularidad. Verifiquen si es que su escuela requiere un examen físico y un comprobante de vacunas antes del inicio del nuevo año escolar. Algunos servicios médicos y dentales pueden estar disponibles en la clínica local o en la escuela del niño.
2. Dieta saludable y ejercicio
Los niños que comen una dieta saludable y hacen ejercicio con regularidad pueden concentrarse mejor en la escuela durante todo el día. Es importante que su niño coma una dieta equilibrada que incluya varias frutas y verduras, y que también tenga la oportunidad de hacer ejercicio a diario practicando deportes en equipo, actividades divertidas o jugando un rato al aire libre.
3. Sueño
El que su niño duerma las horas suficientes le ayudará a levantarse a tiempo, a sentirse bien y a estar listo para emprender un día completo de aprendizaje. A distintas edades los niños necesitan de diferentes horas de sueño. Pregúntele a su doctor cuántas horas de sueño necesita su niño cada noche.
4. Lleguen a la escuela a tiempo todos los días
A su niño le será más fácil completar sus lecciones, su tarea y sus pruebas si llega a tiempo a la escuela todos los días. Limite las ausencias del niño debidas a viajes o a actividades familiares. Póngase en contacto con la escuela de inmediato si es que su niño estará ausente.
5. Tareas
Ayuden a sus niños a fijar una hora y un lugar específicos para hacer la tarea. Elijan una hora que funcione bien con el horario de la familia. Escojan un lugar que sea tranquilo y tenga buena iluminación. Cerciórense de que su niño disponga de materiales escolares como plumas, lápices, papel y un diccionario. Pídanle que cada noche les muestre su tarea terminada de modo que puedan ver lo que está aprendiendo y confirmar que el niño ha cumplido con todos sus deberes.
6. Limite el tiempo de televisión, videojuegos y computadora
Limiten el tiempo que su niño pasa frente a la TV, los videojuegos y la computadora. En la medida de lo posible, realicen juntos estas actividades, y busquen programas y juegos educativos. Ayuden a que su niño entienda que nunca debe dar información personal en la computadora y que no hable con extraños en línea.
7. Hablen acerca de la escuela
Pídanle a su niño que les cuente cómo pasó el día en la escuela. Pregúntele sobre lo que aprendió, y cómo se sintió durante el día. Escuchen cuidadosamente sus respuestas, y ayúdenle a pensar en diversas maneras de solucionar algún problema que haya tenido en sus labores escolares o en el salón de clases.
8. Lectura
Designen una hora de lectura para pasarla con su niño cada día. Ustedes puede hacer que la lectura forme parte de la rutina diaria al leer historias antes de irse a dormir y teniendo disponibles varios libros y revistas en casa.
9. La biblioteca
Ayuden a su niño a familiarizarse con la biblioteca y lo que uno puede encontrar allí, como libros, libros en audio, revistas, CDs y DVDs. Las bibliotecas ofrecen también recursos para hacer las tareas y un lugar reservado para que los estudiantes trabajen.
10. Aprendizaje en casa:
Ayuden a su niño a aprender en la casa realizando actividades, cantando, conversando y contando historias juntos. Visiten lugares educativos como los museos, el zoológico, el parque o algún monumento histórico. Averigüen cuáles son los intereses del niño y busquen actividades y libros relacionados con ese interés.