¿Por qué celebramos el Día de la Madre?

Rea, la madre de los dioses en la mitología griega, fue la primera protagonista de celebraciones para honrar a la madre, en Grecia antigua. Los romanos también realizaban festividades en honor a Cibeles, diosa de la tierra y la fertilidad, y las denominaban Hilaria. Con el advenimiento del Cristianismo, el día de las madres se convirtió en motivo para realzar la figura de la Virgen María, madre de Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre para quienes abrazan la religión católica, hasta el día de hoy la que mayor cantidad de adeptos tiene en el mundo. De hecho, en elgunos países las celebraciones por el día de la madre se realizan el 8 de diciembre, fecha en que también se celebra la Inmaculada Concepción.
En todas estas aurorales celebraciones, la idea común es ofrecer, en ese día en particular, un reconocimiento al valor de la madre, al hecho incuestionable de que sin ella, nuestra vida no habría sido posible. En la era moderna, fue en la segunda mitad del siglo 19 que se dieron los primeros pasos para establecer el Día de la Madre tal y como lo conocemos actualmente. En 1870, la poetisa norteamericana Julia Ward Howe publicó su Proclama para el día de las madres, que generó todo un movimiento para impulsar un día de homenaje a la mujer que nos da la vida.
Aunque la proclama de Howe tuvo cierto efecto, no fue sino hasta 1914 que se estableció oficialmente el segundo domingo de mayo como la fecha para celebrar el Día de las Madres. La ley, firmada en los EE.UU. por su presidente Woodrow Wilson, concretó la lucha que Ann Jarvis, ciudadana norteamericana, había iniciado en 1907, cuando decidió organizar un acto de conmemoración al cumplirse dos años del fallecimiento de su madre, una activista por los derechos de la mujer en el estado de Virginia. Desde entonces se extendió esta fecha en el calendario de varios países de Occidente, entre ellos el Perú.
La cultura popular sin embargo ha reducido este homenaje simbólico de amor y abnegación a un dar y recibir cosas. Los hijos no conciben el día de la madre sin hacer regalos y las madres actuales (por lo menos un gran porcentaje de ellas) asocian esta fecha a la recepción de un presente, que representará mejor el cariño de sus hijos en relación a su costo. Pero esta mutación del Día de la Madre, de fecha conmemorativa en que no se espera nada a cambio al frenesí de ofertas y compras actual, no es una cuestión de hace poco tiempo, sino que se produjo apenas seis años después de su ratificación en nuestra era moderna.
Paradójicamente, fue la misma Jarvis quien, en 1920, inició una lucha, junto a su hermana Ellsinore, contra este proceso de desnaturalización de las motivaciones del Día de la Madre, inclusive fue arrestada por perturbar la paz con sus manifestaciones ruidosas. Las hermanas Jarvis usaron su herencia para hacer campaña en contra de las celebraciones comerciales del día de la madre. Anne se quejaba amargamente del simbolismo negativo que representaba el enviar tarjetas preimpresas para celebrar a las madres en su día.
El Día de la Madre no solo debe ser una fecha de homenaje a la autora de nuestros días, independientemente de las capacidades de hacer regalos que cada uno tenga. No está mal hacer regalos, el problema es cuando de ello depende la felicidad o la percepción de cariño se tenga a partir del regalo recibido, ambas cuestiones incentivadas por campañas publicitarias que incluyen mensajes como “haz feliz a mamá”, “demuestra lo que sientes por ella en su día” como si dependiera de lo que compramos o dejamos de comprar.
También debe suscitar la reflexión respecto de qué significa ser madre y cuántas veces, por desinformación o por descuido, muchas mujeres se ven en esa situación sin haberlo deseado o planificado y terminan ocasionando más daño que bienestar a sus hijos. Toda madre debe ser protegida y respetada, por sentido común y consideración, pero existen casos en los cuales una madre, sin importar su nivel cultural o socioeconómico, da claras señales de egoísmo y poca conexión con sus hijos, al punto de convertirse en sus principales enemigas.
Y muchas veces, de manera imperceptible, la publicidad dirigida al consumo y compra compulsiva de cosas, termina desplazando a las nociones de espiritualidad y respeto que deberían ser los principales objetivos de esta celebración.
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